por Italo Urdaneta: Ante la estrepitosa derrota Rectificar es de sabios…(Opinión)

10.12.2015 22:29
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“Por Todo El Cañón”
 

por Italo Urdaneta


Recomponerse ante una derrota, más si ésta ha sido aplastante, sobre
todo para los que sentimos que el país no debe  volver a las políticas
del pasado, no deja de ser un obstáculo a vencer, sin embargo la
experiencia nos dice, sobre todo en cuestiones electorales, que
“perder una batalla no significa haber llegado al fin de la guerra”.

Desde tiempo atrás, cuando integramos el Partido Unido de Venezuela
(Psuv) notamos que con en el transcurrir del tiempo la mayor
organización política del país -con tantos aciertos y éxitos- comenzó
poco a poco a des merengarse como consecuencia de los excesos
cometidos por sus propios directivos, que empezaron a incomodar a la
propia militancia.

No solo ocurrió en Yaracuy, tierra en la cual nos desempañamos dentro
del periodismo, sino también en casi todos los estados del país,
cuando -por ejemplo- se impusieron candidatos a dedo para alcaldes  y
concejales, aún cuando muchos de ellos no contaban con las mejores
credenciales.

Esta práctica cuestionada y que fue común en la 4ta república la vimos
transcender nuevamente en plena revolución, al extremo que
gobernadores y diputados, de manera soterrada, impusieron a capricho a
familiares y amigos sin tomar en cuenta el liderazgo propio de muchos
camaradas surgido en el seno de las comunidades.

Ante esa derrota contundente del 6D, no queda otra alternativa que
aceptar los resultados.

De nada valdrá quejarse y andar con el rostro compungido, por un hecho
que puede perfectamente ser superado con inteligencia y con ayuda del
tiempo.

Por ello es necesario, entonces,  asimilar la derrota con hidalguía,
con la frente en alto, pero pensando si en qué se falló y descifrar,
al mismo tiempo, cuál fue el error que motivó el descontento entre la
mayoría de los compatriotas venezolanos, que prefirieron -esta vez-
apoyar a la oposición.

De entrada creemos firmemente que lo primero que hay que hacer es
revisar los cuadros nacionales que conforman el Psuv, por medio de una
asamblea nacional extraordinaria, convocada de inmediato.

Como premisa habría que reorganizar el trabajo ideológico en el
pueblo, para fortalecer así las bases del socialismo.

Es decir, promover, como lo dijo el Libertador Simón Bolívar, “la
mayor suma de felicidad posible a favor del pueblo”, desde luego,
tomando como base la inclusión social.

La crítica y la autocrítica deben estar presentes en todo momento,
para desechar lo que haya que desecharse, junto al triunfalismo que
tanto daño le ha hecho a las organizaciones que integran el Gran Polo
Patriótico (GPP)  que apoyan al proyecto revolucionario.

Es indispensable que la dirigencia partidista, sobre todo esos jóvenes
con valores y formación ideológica, equilibrados, inteligentes, buenos
de sentimientos y preocupados por el país, acudan hasta los sectores
más vulnerables de la sociedad, a objeto de escuchar in cito sus
problemas y así darles repuestas a sus demandas cuanto antes.

Las UBCH deben igualmente ser revisadas. Muchas de estas
organizaciones están integradas y dirigidas por personas que solo
pensaron en el provecho propio.

Incluso, algunos de estos supuestos dirigentes no cuentan con la
debida formación ideológica y cultural, que les permita obtener buenos
dividendos a favor de la revolución, ante la propia dirigencia y el
pueblo.

Aún así, por amiguismo y compromisos contraídos para favorecer algunas
tendencias enquistadas en los cuadros medios del partido, vemos que
muchos dirigentes de las UBCH se impusieron sobre los genuinos
revolucionarios, que en muchos casos no han sido tomados en cuenta,
porque no se adecuaron a las demandas de quienes tomaron el “sartén
por el mango”.

Pensamos de hecho que quienes deben integrar el Psuv, sobre todo los
que vayan a asumir comandos de dirección, deben ser militantes que
deban tener méritos calificados de trabajo y lucha combativa, es
decir, revolucionarios de pensamiento y corazón, dispuestos a defender
la Patria, incluso a cambio de sus propias vidas.

Por igual es necesario formar nuevas células que promuevan la
revolución en todos los centros laborales del país, bien del sector
privado o aquellas corporaciones que dependan del propio Estado.

El gobierno, de manera inmediata, debe combatir la corrupción de forma
enérgica y ejemplarizante, a través de un aparato estadal fiscalizador
que no exceptué de las investigaciones a que haya lugar ni al propio
presidente de la República, si es necesario.

La autonomía de los Poderes en todo el país debe dejar de ser un mito.
Ninguno de los cinco poderes que constituyen a la República, debe
estar subordinado a los intereses de alguien o a lo que exija otro
poder, como ocurre con el Ejecutivo nacional.

Frente a la reacción popular el egoísmo  figura como uno de los
principales problemas que motivó en el pueblo una reacción en cadena
en contra del proyecto bolivariano.

Es decir,  los gobernadores de la revolución, incluyendo alcaldes,
concejales y diputados vienen actuando a espaldas de los
requerimientos que hacen las familias que demandan atención oficial.

Incluso, algunos de estos gobernadores y alcaldes asumieron actitudes
déspotas y poco conciliadoras, que en nada coinciden con lo que debe
ser un verdadero revolucionario, apegado al proyecto socialista.

Basta ya de tanta impunidad. La inseguridad debe ser atacada con todo
el poder del Estado. El gobierno debe asumir este compromiso sin
vacilaciones ni escepticismo. La Ley debe aplicarse sin ambigüedades.
Incluso, debe instaurarse el desarme total en la población.

Se hace perentorio revisar también la situación de las empresas que
fueron expropiadas por el gobierno, que en su mayoría hoy no están
productivas ni generando dividendos.

De ser necesario éstas empresas deben ser devueltas, bajo condiciones
y esquemas bien definidos, al sector privado, en procura de hacerlas
más eficientes a favor de los trabajadores y del país.

Las tierras ociosas que igualmente fueron entregadas a algunos
sectores campesinos y que se mantienen improductivas, también deben
ser entregadas a verdaderos productores que estarían dispuestos a
explotarlas debidamente.

Este hecho debe permitir que los frutos, cosechas  o productos, sean
comercializados de manera directa por el productor ante los propios
consumidores.

El Poder Judicial no escapa de nuevo a ser reformado. Los intentos que
se hicieron por adecentar este poder, a principios de la revolución,
no arrojaron del todo los resultados esperados.

 Los procedimientos en los tribunales, por ejemplo, deben estar
ceñidos al debido proceso, cosa que hoy en día no se cumple, en claro
perjuicio de quienes tienen que enfrentar, por una u otra causa, un
juicio.

Igualmente hay que acabar con el tráfico de influencia y con los
presuntos pagos a jueces a cambio de otorgar la libertad a favor de
quienes han tenido que enfrentar la justicia.

No es posible que un ciudadano de a pie, sin dinero y sin ningún tipo
de bienes, con un delito atribuido de poca monta, se pudra en la
cárcel por el solo hecho de no contar con padrinos o fondos
suficientes que le permitan salir en libertad, mientras otros que han
cometido hechos punibles graves, severamente cuestionados por la
sociedad,  salen de inmediato de la cárcel porque pagaron sin ningún
obstáculo.

Las barbaridades del capitalismo ciertamente hay que combatirlas, pero
la libertad plena al trabajo debe imponerse.

Los empresarios deben ir de la mano con el gobierno para generar
empleo, riqueza, crecimiento y desarrollo en función del país. No
pueden ser vistos como enemigos de la República ni del pueblo.

La política internacional debe estar ceñida a mantener las buenas
relaciones, sobre todo con los países vecinos, bajo el respeto y la no
injerencia en los asunto internos de cada nación.

Igualmente el país está llamado revisar las políticas comerciales con
algunos países de los llamados potencia, entre ellos con los más
destacados como lo son China y Rusia, sin dejar a un lado a EE.UU.

La ideología o el sistema político de cada nación no debe ser un
obstáculo para no llegar a importantes acuerdos comerciales con otros
países.

Debemos, en este sentido, promover las relaciones multipolares,
pensando siempre en un mundo más justo para la sana convivencia y la
promoción del amor y la paz.

Las reglas del juego económico, sobre todo en lo interno, deben ser
claras y manejadas por el gobierno a conveniencia de la nación y dejar
a un lado ese accionar macabro y odioso de “cuánto hay pá eso”.

Ante estas observaciones, como lo pregonó en todo momento el
comandante Hugo Chávez, la unidad revolucionaria debe prevalecer para
construir un partido fuerte y vigoroso, que nos dirija en la lucha
para construir una sociedad justa, donde prevalezca la equidad, la
honestidad, el humanismo y el desarrollo.

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