Trabajo especial de William Ojeda García: Horacio Estévez de Yaracuy “La vuelta al mundo en diez segundos” (Fotos)

15.08.2013 13:52

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Fotos: Cortesía William Ojeda García

Nunca se imaginó este diminuto muchacho que aquellas carreritas que daba por las calles largas y estrechas de la Yaritagua de sus sueños, lo iba a llevar lejos, muy lejos. Y menos paso por su mente darle la vuelta al mundo en apenas diez segundos clavados la tarde del 15 de agosto de 1964.

Horacio Estévez desde niño le gustaba correr y correr junto a compañeros de escuela y amiguitos del barrio. Parecía un leopardo hambriento de gloria, desbocado en plena sabana. Ningún felino en realidad, tan solo un pequeño gladiador de gigante voluntad, sensible, tierno…profundamente humano. Se gastaba tremendo nombre, el de un personaje historico, poeta lírico y satírico de lengua latina que escribió epístolas, la última de las cuales dirigida “A los Pisones”, conocida como “Arte Poética”. Este yaritagueño mostró sus inquietudes por el deporte, especialmente por el atletismo, porque eso de llegar primero le encantaba. Y le agarrò gustico a la cosa. Tanto, que participó en competencias organizadas, en carreras cortas de velocidad pura. Y siempre llegaba de primerito, fresquesito como si nada.

Tras la muerte de su padre Julio, con su madre se fue a Caracas, tenía apenas 8 años de edad. Y en la capital hacía lo mismo que en su pueblo: correr sin freno. Cubrir distancias pequeñas y rápidas lo emociono, tal como lo hacía desde cuando comenzó a tener uso de razón en la ciudad dulce del Yaracuy sobre improvisadas pistas de tierra y piedras. Comprendió que esas carreritas significaban algo. Era el arte de superar el rendimiento de los adversarios en velocidad o en resistencia, en distancia o en altura, como lo hicieron aquellos atletas en 1896 cuando esta especialidad fue tomada en cuenta en la era moderna de los Juegos Olímpicos en Atenas donde los jóvenes corrieron sobre pista de ceniza y carbón. El húngaro Ladislao Lazar venía observando al tripón de piernas raquíticas pero poderosas.

Un buen día le propuso ser su entrenador. Y lo fue durante toda su carrera, casi un padre para el, porque además lo unía una querencia fraterna, respetuosa. Con el paso del tiempo se hizo atleta de verdad, especialista en la velocidad. Le dio y le dio a los entrenamientos sin parar, con mucha disciplina y dedicación, hasta que en 1957 Horacio llego a meterse en la élite del atletismo nacional con mucha fama en Latinoamérica en esa época. Desde entonces, Yaritagua y el comenzaron a sonar en grande. Surgía un fenómeno que en pequeñas piernas daría mucho que hacer en su peregrinar por distintos escenarios del mundo.

Se entregó de lleno, con pasión, a ese deporte en una época donde las luminarias venezolanas en la especialidad tenían nombre propio. No fue fácil para codearse entre ese grupo de privilegiados con pasta de campeones. Pero el pequeño Horacio estaba allí, en la crema y nata de los superdotados. Su estatura atlética era inmensa. Su espiritu de gladiador incansable prometía hacerlo grande sobre las pistas. Y lo demostró en la fresca tarde del l5 de agosto de 1964 cuando alumbro su propia gloria. Ese día Venezuela se lleno de orgullo cuando uno de sus mejores hijos imponía una nueva marca mundial en la carrera corta del olimpismo. Era Horacio en persona, el pequeño Horacio, quien venciendo el viento en solo diez segundos se convirtió en uno de los grandes atletas venezolanos con dimensión universal. Era el tercer hombre en la historia del atletismo en batir un record mundial en 100 metros lisos, después del alemán Armin Hari (21 de junio 1960) y el canadiense Harry Jerone (15 de julio 1960).Seguramente asombrado estaría el francés Julio Verme quien se tardo 80 días para darle la vuelta al mundo encaramado en un globo. Y Horacio lo hizo en un ratico, a pie.

Lleno de ilusiones y con ganas de comerse la vida, de un solo jalón había parado los cronómetros en brevísimos segundos sin centésima alguna para cubrir aquellos metros planos, lo que media una calle de su pueblo. Había batido un record que ni el mismo lo creía. Fue tan rápido todo aquello que los espectadores que colmaban las gradas del polideportivo de El Paraíso en Caracas, quedaron boquiabiertos ante tamaña sorpresa. ¡Increíble lo de este muchacho!, ¡que grande! , exclamaban. Y Yaritagua orgullosa y llena junto a su héroe.

La emoción estallo, el estadio casi implosiona de alegría por tremenda hazaña que dio cuenta de lo grande que era el pequeño Horacio. Los titulares de prensa no se hicieron esperar y Horacio con su Yaritagua en el alma y Venezuela en su sangre se dieron entrada al prestigioso escalafón donde solo se codean los grandes. Edgardo Alfonso, presidente de la Federación Venezolana de Atletismo, brincaba eufórico, pero no sorprendido porque sabía del pedigrì de Estévez. El record hizo que el noticiòn traspasara las fronteras para llevar a todos los rincones del orbe ese orgullo que compartían todos los venezolanos, incluyendo el Presidente Raúl Leoni, gracias a las piernas de Horacio.

Ladislao, su mentor, lloro por tanta alegría junta y lo metió en la cuarteta de lujo en aquella época de oro del atletismo nacional junto a Rafael Romero, Hortensio Fusil, Lloyd Murad además de otras majestades de la pista como Héctor Thomas, Clive Bonas, John Muñoz, Gisela Vidal, Arquimides Herrera, Leslie Mentor y Lucia Vahamonde. El pequeño corredor yaritagueño se inspiraba en las hazañas de Asnoldo Devonish, primer medallista olímpico venezolano (bronce en atletismo) en Helsinki-Finlandia y el consagrado Brìgido Iriarte.

Horacio Estévez, sembró su ombligo en Yaritagua el 07 de Junio de 1940. Entre lloros y risas creció, corrió, estudio, se alzo con un titulo aniversario y se corono con familia admirable. Brillante su palmarés como hombre, como ciudadano, fue campeón latinoamericano, fue a juegos olímpicos como los de Roma y Tokio, su nombre glorificado aparece impreso con moldes de oro en el Salón de la Fama del Deporte Venezolano. Pero en un día de sol, su corazón dialogo en la intimidad en latidos de cariño con su inseparable Lesbia, sus ojos hablaron de amor y ternura a sus retoños Diagne, Horacio, Iván y Christian cuando a poco sus piernas dejaron de moverse y el cronometro metido en su pecho marcaba, como batiendo su propio record, el minuto final de su existencia, el 26 de julio de 1996. Y se fue a la nada para hacerse polvo, como en la despedida solemne del guerrero ausente que siempre vivirá en nosotros. Desde 1997 la Ciudad Deportiva de Yaracuy lleva su nombre. *.Cronista-Asesor Cley- williansyaracuy@hotmail.com.

 

Horacio Estévez y su record mundial

La prensa destaco su hazaña

Horacio Estévez y su entrenador Ladislao Lazar fue como su padre

Euforia por el triunfo

Horacio entre grandes figuras del atletismo latinoamericano

Junto a Arquímedes Herrera, Looid Murat, Asnoldo Devonish, Ladislao Lazar, Hortensio Fusil entre otros

La Ciudad Deportiva de Yaracuy lleva su nombre


Trabajo especial de William Ojeda García