Angelino Santana: El lápiz no ha muerto, estaba de parranda…(Opinión)
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Dedicado a los periodistas, donde quiera que estén…
Por Angelino Santana, Comunicador Social
Y se hizo efectiva la inscripción…Siiii!!! En cinco años seré periodista! A la velocidad de la luz, comienza nuestra alma a soñar. La emoción del peligro al realizar una toma fotográfica o fílmica, descubrir la mentira y hacerla pública, exaltar el heroísmo de algunos y destruir la traición de otros… Caminamos de un lado a otro, acompañados únicamente de nosotros mismos… con el corazón acelerado.
Desde el día inicial de clases hasta la compra dela primera libreta, donde plasmaremos nuestras extraordinarias ideas y las referencias de lo aprendido, todo es emoción. ¡Prepárense colegas! ¡Aquí vengo yo a llevarme el Pulitzer, premios nacionales de periodismos y la gloria de ser el mejor!!!...
Luego parece llegar una pausa emocional, en donde en lugar de hambre de conocimientos y crecimiento profesional, lo que impera es el cansancio, la desmotivación y el deseo de que la carrera “termine de una vez”.
Autoflagelación ésta que llega a su fin con el anhelado Acto de Grado.¡Al fin mi título! Y vuelven los sueños a toda máquina y pareciera que ahora sí, ¡nos comeremos el mundo!
Fugaz como la emoción inicial, al quitarnos la toga, al terminar la celebración, al estar en casa, nos damos cuenta que somos los mismos, no somos inmortales…
Una vez más, abandonamos nuestros sueños y como por el rabo del ojo, miramos atrás y vemos en nuestra imaginación a ese “yo” soñador repleto de esperanzas y proyectos, como si fuese un iluso… y casi decimos con una sonrisa irónica y apagada: Que loco…jajaja, ¿cómo pude pensar así, dónde tenía la cabeza?
¿Mata el tiempo la emoción y aniquila nuestros sueños?
¿Inmortales?... ¡Claro que lo somos! La palabra escrita es el cuerpoinmortal del pensamiento. Al escribir, nos hacemos inmortales en las letras de la historia.
¿Inmortales? Si, como lo es el arquitecto al plasmar su alma en hormigón y acero que ha de resistir siglos con su nombre escrito, el músico cuyas notas han de ser escuchadas por siempre o el maestro (a) que transfiere sus conocimientos a su alumno,que ha de transmitirlo a su vez a hijos, nietos y estos a su vez a su descendencia, por los siglos de los siglos…
El lápiz no ha muerto. Se ha transformado en teclado, en pantalla táctil, en imagen, en audio, en dígitos que viajan a la velocidad de la luz, llevando nuestro mensaje a las audiencias del mundo para educar, orientar, informar…
¿Cuándo y dónde dejamos de ser periodistas? ¿Al salir de la universidad,en la cotidianidad doméstica? ¿Cuándo nos transformamos en palangristas, mercenarios de la noticia, mediocres cargados de horrores ortográficos, periodistas de parranda, especialistas en copiar y pegar para así dar extensión a las mentiras y la manipulación de otros, sus aciertos también ¡claro!, pero aciertos ajenos, o peor, periodistas invisibles, que existimos pero nadie nos lee, nadie nos critica positiva o negativamente porque simplemente no escribimos,¿cuándo dejamos de soñar?...
Nuestro pasado puede estar cargado de muchos, muchos errores (ortográficos y morales…) pero eso no significa que estemos condenados al infierno de la ignominia.
Viajemos por un instante en el tiempo, a ese preciso instante en que miramos por el rabo del ojo,pero en esta ocasión digamos con orgullo:
¡Ese sigo siendo yo!
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