Desde del 1° de enero de 1958 la Marina de Guerra intentó sublevarse contra el dictador Un suceso inesperado despertó la indignación de los militares que actuaron contra Pérez Jiménez

23.01.2014 12:43

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El capitán Víctor Hugo Morales, quien también participó en la insurrección del Porteñazo contra el régimen de Betancourt, reveló detalles poco conocidos de cómo se sumaron los oficiales navales al alzamiento del 23 de Enero

El dictador separó a Manuel 'El Macho' Herrera de sus tropas para desmovilizarlos

La noche del 22 de enero de 1958, la Marina de Guerra se sumó a la insurrección contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Pero esa no fue una acción precipitada por la presión de los hechos, en realidad, esta fuerza se había rebelado desde comienzos de aquel año, pero el régimen sofocó las iniciativa de los oficiales patriotas. Pero “un hecho inesperado” precipitó la reacción de las Fuerzas Armadas, y la Marina estuvo ahí “a la hora convenida”.

Así lo manifestó el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, quien participó en el movimiento como integrante del batallón de infantería de marina No. 2, destacado en Puerto Cabello. Es el mismo combatiente que cuatro años después se alzaría contra el régimen de Rómulo Betancourt como uno de los conductores del Porteñazo.

Morales declaró al Correo del Orinoco que a pesar del compromiso y la lealtad de los oficiales navales insurrectos, sobre su participación en la jornada del 23 de Enero han quedado “algunas lagunas sobre cómo la Marina de Guerra logró concretar sus planes de rebelión militar”.

En ese sentido, comentó que en aquel momento “circularon muchas versiones sobre lo ocurrido, pues durante el alzamiento militar del 1° de enero de 1958 no se produjo el pronunciamiento de la Marina. Además, posteriormente, se anunció para el 10 una insurrección en la que 5 destructores de la flota serían colocados frente del puerto de La Guaira, pero eso tampoco se efectuó”.

Otro hecho que contribuyó a la incertidumbre acerca del rol de la fuerza naval en la sublevación, fue que “la Junta Patriótica convocó a una huelga general que se inició el 21 de enero y que estaría acompañada por el estallido de rebeliones militares en la Marina y la Escuela de Guerra . Una vez más, tampoco se produjo su pronunciamiento a la hora esperada”, agregó Morales.

EL RÉGIMEN SE DEFIENDE

El capitán Morales contó que la oficialidad que apoyaba a Pérez Jiménez estaba consciente de que en la Marina había un movimiento adverso que estaba dispuesto a actuar contra el dictador. Debido a ello, “desde los primeros días de enero, la mayor parte de la escuadra estaba fondeada en La Guaira, salvo el destructor Aragua, que seguía atracado en la Base Naval de Puerto Cabello”.

El Aragua fue enviado a Puerto Cabello “como una medida para separar del resto de la escuadra a su comandante, el capitán de fragata Manuel ‘El Macho’ Herrera, quien en concordancia con su apodo, era considerado uno de los más tenaces opositores al dictador”.

LLEGÓ EL 10 DE ENERO

“El nueve de enero fuimos informados de que al día siguiente se produciría el alzamiento definitivo. Y nos preparamos para secundar los planes. El l0, la gran expectativa y las esperanzas se cayeron ante la noticia de que había sido detenido un numeroso grupo de oficiales de marina mediante el ardid de citarlos uno a uno al Palacio de Miraflores porque el general Pérez deseaba hablar con ellos”, contó Morales.

La inesperada trampa se dio simultáneamente con otro golpe, explicó: “Las fuerzas leales a Pérez Jiménez habían ocupado los buques atracados en La Guaira, y los desarmaron de tal modo que no solo se conformaron con retirar los proyectiles de artillería, sino que para completar el ultraje, les retuvieron las pistolas de los oficiales. A ese atentado contra la seguridad del país, se le ofensa contra la Escuela Naval también ocupada y desarmada”.

La víspera se escuchaba en El Silencio la masacre contra la resistencia popular en los bloques que la propia gente bautizó como 23 de enero

ESPÍRITU FIRME

Los oficiales no se doblegaron. “Bajo grandes presiones por tales tropiezos, nuestro espíritu de lucha se vio alimentado por que conocíamos la heroica resistencia popular en los barrios caraqueños por parte de los trabajadores y la juventud”, rememoró Morales.

Destacó que sin perder tiempo, “pronto establecimos un contacto seguro” con las unidades navales de La Guaira, pues “el teniente de navío Ramón Sanoja Medina, afrontando todos los riesgos imaginables, viajaba casi todos los días a Puerto Cabello para informarnos lo que sucedía en la capital”.

“Para el 18 de enero estábamos seguros de la caída de la dictadura, gracias a la creciente resistencia popular armada y a la  incorporación de valiosos sectores de la intelectualidad, de la prensa y de la economía, que, vinculados al importante factor político que significaba la unidad de los partidos en la Junta Patriótica, constituían un frente que ya el gobierno no podría resistir”, relató.

Por intermedio de Sanoja, los patriotas de Puerto Cabello supieron que una huelga general coincidiría con el movimiento militar que debía estallar en Caracas y La Guaira el día 21. Como ya se dijo, la Marina no se pronunció en ese momento.

“¿Qué pasó? La Escuela Militar había fracasado en un intento de hacer preso al general Pérez Jiménez”, preguntó y se respondió Morales. Y contó que el Gobierno actuó con celeridad para cortar cualquier reacción: “El aislamiento y el estado de indefensión en que se encontraban los buques insurrecctos en La Guaira y la medida de cien por ciento de acuartelamiento de las Fuerzas Armadas para cortar todas las fuentes de enlace, estuvieron a punto de derribar los planes”.

Eso no pudo evitar que los acontecimientos finalmente se precipitaran, pero los retrasó. Por poco tiempo, porque “inesperadamente ocurrió un hecho que permitió catalizar en las Fuerzas Armadas el repudio a la dictadura y establecer el enlace decisivo entre las unidades comprometidas”, contó Morales:

“En la noche del 21 fue asesinado el teniente de navío Adolfo Ochoa Gómez y gravemente herido un sobrino del general Llovera Páez que le acompañaba, por una comisión de la Seguridad Nacional mandada por un esbirro de apellido Maninat, de origen francés y confidente de la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial. Esto enardeció los ánimos entre sus compañeros”.

LA VÍSPERA DEL 23 DE ENERO

Para mitigar el efecto que produjo aquel hecho, la madrugada del 22 de enero, el comandante del batallón N° 2 de la infantería de Marina, capitán de corbeta Miguel Ángel Quintero, ordenó a Morales trasladarse a Caracas “para asistir al sepelio del teniente Ochoa Gómez, así que sin desearlo, nos permitió recuperar el enlace con los buques de La Guaira y romper así el aislamiento de Puerto Cabello”, recalcó.

En un libro que está elaborando, el Capitán de Corbeta Victor Hugo Morales, testigo y participante de esta historia, expone de la siguiente manera los detalles de las horas vividas por los oficiales de la Marina de Guerra involucrados en las acciones militares dirigidas al derrocamiento de la dictadura:

“Durante el entierro conversé con el teniente de navío Rafael Luces Morales, con quien aseguramos la participación del batallón de infantería de marina No 1 en Maiquetía. Después del entierro me dirigí hacia la Comandancia General de la Marina, donde ofrecimos a los capitanes de fragata Andrés de La Rosa, José Vicente Azopardo y José Miguel Hernández, oficiales alto prestigio la seguridad de tomar la Base Naval y garantizar el abastecimiento de las unidades que debían zarpar de La Guaira”

A la una de la tarde informamos al contralmirante Wolfgang Larrazábal de tan importante medida. Sin perder un instante nos dirigimos al comando del batallón de infantería de marina con el capitán Herrera y otros oficiales de los cuales recuerdo al capitán de corbeta Ernesto López Mendoza y al teniente de navío Pablo Galavís Collazo, pieza entusiasta y valiosa de la rebelión, para informar al comandante de la unidad, capitán de corbeta Miguel Angel Quintero, del paso que había dado la marina e invitarlo en nombre del contralmirante Wolfgang Larrazábal a actuar dentro del necesario marco de unidad.

“De allí fuimos hacia el comando de la base naval para invitar también al capitán de navío Julio Vale Guillén a unirse al movimiento iniciado por la flota. Todos tratan de convencer al capitán Vale Guillén. Suena entonces el teléfono y lo escuchamos decir “si, mi general”, “yo estoy con usted, mi general”, ante lo cual el capitán Herrera le arrebató el teléfono y le manifestamos que no teníamos nada más que hablar”.

A LA HORA CONVENIDA

El capitán Víctor Hugo Morales recordó que “se escuchaba en todo El Silencio el estruendo de la masacre que el perezjimenismo le causaba a los valerosos habitantes de la entonces llamada urbanización Dos de Diciembre, que pocas horas después fue bautizada con sangre de mártires como 23 de Enero”.

Confesó que fue comisionado para coordinar en La Guaira la salida de los buques, “fijada para esa noche a las 20:00 horas”, y desde ese momento guarda como una reliquia un papel en el que escribió -en la cámara de oficiales del destructor  Brión, cuyo comandante era el capitán de fragata y líder revolucionario Manuel Ponte Rodríguez- la clave de comunicación que se usaría para avisar al destructor Aragua que los buques habían zarpado: la frase era “enviados filtros de aceite”.

Detalló que a las 8:00 pm se anunciaría el zarpe, y que “al destructor Brión se le designó como “Foca”, al Nueva Esparta como “Gato”, al García como “Perro”, al Zulia como “Leo” y al Aragua como “Tigre”.

“A las ocho y un minuto estábamos en el portalón del Aragua para enterarnos de que habían recibido un mensaje que no entendían: “enviados filtros de aceite”, que no necesitaban, para un tal Tigre que no sabían quien era”, contó. Así confirmaron que todo estaba en marcha.

“Los buques ya estaban entrando a la rada para aprovisionarse de municiones. Todo se había hecho en menos de media hora, tal era la intensidad del ánimo del personal. Con el batallón de infantería de marina en disposición de combate en el destructor Zulia, bajo la conducción del capitán de fragata Alfredo García Landaeta, llegaron a La Guaira en la madrugada, cuando ya se conocía la noticia de la fuga del general Pérez Jiménez”, evocó.

“Lo demás es otra historia. La historia de quienes creímos que el derrocamiento de la dictadura significaría el fin de la corrupción administrativa, del despilfarro, de la ineficacia, de la especulación, de la tortura y el crimen político; del poderoso que ha delinquido y se “pone a derecho” cuando le viene en gana; de las detenciones masivas y las “razzias” contra los trabajadores cuando reclaman sus legítimas reivindicaciones y a punta de rolo y peinilla son “puestos a derecho”, finalizó el legendario capitán, patriota y revolucionario.

Texto/Mercedes Aguilar/CO/Politíca
Fotos/Cortesía