EFEMÉRIDES| Teresa de la Parra, clásico en la literatura venezolana

05.10.2017 06:45

teresa_de_la_parra.Fotografía (Telesur)

Caracas, 05 de octubre de 2017.- A 128 años del natalicio de Teresa de la Parra se recuerda su obra literaria destacada en Venezuela. Su interés por el género literario nació antes de que la mujer pusiera la mirada en esta ocupación.

Teresa de la Parra nació en París el 5 de octubre en 1889, escritora venezolana considerada, la novelista más importante de la primera mitad del siglo XX en su país. Su padre, Rafael Parra Hernáiz, era cónsul de Venezuela en Berlín; su madre, Isabel Sanojo Ezpelosín de Parra, descendía de una rancia familia de la sociedad caraqueña.

 A los dos años de edad, pisó por primera vez suelo venezolano en el que su infancia transcurrió en la hacienda de caña familiar El Tazón, cercana a Caracas (capital de Venezuela), sin embargo, al contar con 11 años, es llevada a Valencia, España, donde cursa estudios en el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, y manifiesta su interés por las letras, específicamente la poesía.

Estos años formativos, los de su infancia y adolescencia, dejaron una profunda huella en la escritora: los recuerdos de Tazón darían vida a la hacienda Piedra Azul de Las memorias de Mamá Blanca (1929), y el internado se convertiría en el marco formativo de María Eugenia Alonso, la heroína de Ifigenia.Teresa-de-la-Parra. Fotografía (bibliotecaayacucho)

Sus primeras incursiones fueron unos breves cuentos, de tema fantasioso más que fantástico y tintes vagamente orientalizantes, y el diario apócrifo “de una caraqueña por el Lejano Oriente”, publicado en la revista Actualidades, que dirigía Rómulo Gallegos, reseña notas de Telesur/biografiasyvidas.com

El relato MamáX, que le valió en 1922 el premio literario de un diario de Ciudad Bolívar, pasó luego a formar parte de una narración más extensa, el Diario de una señorita que se fastidiaba (matriz narrativa de Ifigenia) publicado ese mismo año en revista La lectura semanal, que dirigía por José Rafael Pocaterra. Posteriormente, Teresa de la Parra recordaría ese año de 1922 como el del inicio de su verdadera vocación de escritora.

 Esta vocación dio sus frutos en París, ciudad donde fijó su residencia en 1923. Allí verían la luz sus dos novelas: en 1924 Ifigenia, traducida al francés por Francis Marmande y elogiada por Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez. En ella se narran las vicisitudes de la heredera de una familia acomodada caraqueña venida a menos y se explora, por primera vez en la narrativa venezolana, el mundo y la sensibilidad de una mujer.

En las memorias de Mamá Blanca (1929), hallamos una crónica familiar que rescata y recrea, con una sencillez que no elude la maestría narrativa, las voces y el habla venezolanas de su época, a la vez que evoca con lucidez un mundo para siempre perdido: el de la aristocracia criolla.

 En París llevó el género de vida que convenía a una señorita de la buena sociedad caraqueña: asistir a recepciones en embajadas y frecuentar a escritores hispanoamericanos. Inició entonces con el diplomático y escritor ecuatoriano Gónzalo Zaldumbide una amistad, amorosa primero, después entrañable y fraternal, que ha quedado documentada en un nutrido epistolario.Teresa_de_la_Parra Fotografia (wikipedia)

 Esta segunda etapa, la de la asunción plena de su vocación, fue también la de su otra gran amistad, amorosa y sororal, con la escritora cubana Lidya Cabrera, a quien conoció en 1927 durante un viaje a Cuba en el que representó a Venezuela en la Conferencia Interamericana de Periodistas y disertó sobre “La influencia oculta de las mujeres en el Continente y en la vida de Bolívar”.

 Cabrera la acompañó hasta el último momento durante su dolorosa peregrinación por sanatorios suizos y españoles, en busca de la imposible curación de su tuberculosis. La enfermedad, cuyos primeros síntomas se manifestaron en 1931, modificó de raíz su personalidad y su vida. Con respecto a su obra, sería más acertado decir que la enfermedad agravó cierto giro que la autora había comenzado a dar desde su ciclo de conferencias del año anterior. “Acomodar las palabras a la vida, renunciando a sí mismo, sin moda, sin pretensiones de éxito personales, es lo único que me atrae por el momento”, escribía en 1930 al historiador venezolano Vicente Lecuna.

Surgió entonces el proyecto, que no alcanzó a realizar, de escribir una “biografía íntima” de Simón Bolívar que evitara las facilidades de la novela histórica, que Teresa decía detestar. Salvando las distancias entre autores tan disímiles, puede decirse que Teresa de la Parra fue la primera en concebir una idea que ejecutarían, en muy distintos registros, Álvaro Mutis en su cuento El último rostro y García Márquez en El general en su laberinto. 95-Teresa-de-la-Parra biblioteca ayacucho

Hasta su muerte en 1936, Teresa de la Parra no dio nada más a la imprenta. Sus escritos inéditos, sin embargo, tienen el peso y la importancia de su obra editada. Su epistolario, sobre todo, es un monumento de madurez reflexiva y un impecable ejercicio de diálogo amoroso y amistoso. En 1947 sus restos fueron trasladados a Caracas e inhumados en el Cementerio General del Sur. El 7 de noviembre de 1989 fueron sepultados en el Panteón Nacional, convirtiéndose en la primera mujer venezolana en penetrar en este mausoleo.

 
 
 
 
 
Fuente VTV/Cultura