Hallazgo del original de la Carta de Jamaica fue ignorado por casi 20 años
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El historiador reveló al Correo del Orinoco que en todas las ediciones del documento en español fue omitido un párrafo que aparece en las versiones en inglés

El 4 de noviembre de 2014, el presidente Nicolás Maduro anunció el hallazgo de un original la Carta de Jamaica, documento del que solo se conocía un borrador en inglés. “Pedro Calzadilla vino de Ecuador, en misión especial, porque se ha descubierto el único documento original que hay en español de la Carta de Jamaica, del Libertador”, fueron sus palabras exactas.
Aunque la noticia fue toda una revelación, llegó con 18 años de retraso. En mayo de 1996, el historiador ecuatoriano Amílcar Varela informó al Archivo Histórico del Banco Central de su país que “el documento N° 1275, de 32 folios manuscritos, anónimo y sin fecha, titulado Contestación de un Americano Meridional a un Caballero de esta Isla”, coincidía ―salvo por pequeña diferencias― con el legendario texto de Bolívar.
Varela encontró el texto en abril de 1996, de modo que cuando informó de ello, ya había le hecho una rigurosa comparación con la versión de la Carta de Jamaica que publicó Vicente Lecuna en su canónica edición de las Obras Completas de Simón Bolívar. Pero no recibió respuesta. En vista de ello, se dirigió a Ramiro Ávila Paredes, responsable de la Unidad Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador.
Esta vez recibió respuesta por escrito. El funcionario le confirmó que, efectivamente, nadie antes que él había había planteado que se tratara de la Carta de Jamaica. Eso fue todo.
Varela no se rindió. Hizo varias gestiones para lograr que el documento fuese autenticado por una instancia autorizada. Pero tuvo que aceptar que a nadie parecía importarle el asunto. Apenas se publicaron un boletín histórico y un artículo en un diario en Quito, sin repercusión alguna. Y así pasaron casi 20 años hasta que la noticia llegó a Caracas, donde el pasado mes de diciembre, rodeado por los archivos del Libertador, compartió su historia con el Correo del Orinoco.

FELIZ CASUALIDAD
Se lo deben haber preguntado mil veces: ¿Cómo dio usted con la Carta de Jamaica?
―Mil veces. Fue por la relación de Bolívar con Ibarra, mi ciudad natal. Se me solicitó colaborar en la elaboración de la monografía de la ciudad. Entonces me dediqué a buscar en documentos relacionados con la ciudad y con el Libertador, que estuvo siete veces ahí. Yo había leído las Obras Completas de Bolívar, que compré en una visita que hice a Bogotá.
―¿La edición de Vicente Lecuna?
―Sí, pero era una reproducción hecha en Colombia de la edición publicada en La Habana en 1947. La vendían en la Casa de Bolívar. Yo conocía sobre la Carta. Me gustaba mucho, y sabía que el original estaba perdido. Así que cuando estaba revisando los archivos en el Banco Central del Ecuador y vi un documento anónimo, sin fecha, al que nadie le hacía caso, y que tenía el título de la Carta, me dije: “No puede ser, es el título de la Carta de Jamaica”.
El sentido del rigor le salió al paso a la emoción que invadió a Varela. Sabía que lo que tenía entre manos podía no ser lo que creía, e incluso “podía tratarse de un documento sin ningún valor”. Así que se concentró en buscar “unas frases especiales que pone el Libertador en la Carta” y que se sabía de memoria. “Una de ellas dice que el ‘el odio de los americanos hacia los españoles es más grande que el mar que nos separa’. Entonces dije: ‘bueno, es un dato más de la fidelidad del documento’”.
No se aguantó, pidió una copia del inquietante legajo y se la llevó a casa. Solo con sus pensamientos, revisó escrupulosamente el texto y lo comparó con la versión publicada por Francisco Yánez en 1833 y recogida luego por Lecuna. Ahora no tenía dudas: “Era realmente era la Carta, con algunas cosas especiales. El manuscrito tenía pequeñas diferencias que le daba mayor claridad a la expresión. Además, había un párrafo que no estaba en las versiones en castellano. Ninguna lo tenía porque todas se basaron en el trabajo que hizo Francisco Yánez en 1833.
―Pero sí aparece en las ediciones en inglés
― Sí, todas lo tienen.
FRUSTRANTE INDIFERENCIA
La aparición de aquel párrafo terminó de convencer a Varela de su hallazgo, por lo que le escribió al Director del Departamento Cultural del Banco Central del Ecuador, con el fin de que se certificara la autenticidad del documento: “Le alerté de que era el mismo texto de la Carta de Jamaica, que no se había encontrado el original todavía, que no había ni una copia, y que era necesario hacer la verificación para determinar si era una copia, el original o algo sin valor. Pero no me contestaron nunca.
―El banco nunca le respondió ¿Qué hizo usted con ese hallazgo, buscó otras vías para certificarlo?
―Claro, yo pedí a varias personas, a instituciones, que por favor realizaran la verificación.
―¿Y nunca encontró respuesta?
―No. Mandé cartas a Colombia, a Venezuela, allá en Ecuador también, pero nada.
― ¿A quién le escribió en Venezuela?
―A un historiador. No recuerdo el nombre.
― Pero le escribió a ese historiador para plantearle lo que había encontrado.
―Sí, indicándole las cosas que vi.
― Y no le respondió.
― No. Acudí a otras personas y fue igual.
― ¿Tiene constancia de que hayan recibido su comunicación?
―Supongo que sí, que deben haberla recibido. El único que me contestó fue un historiador de Colombia, muy amable, que me hizo algunas sugerencias. En todo caso, yo seguía insistiendo. Yo tenía la evidencia de que era el original porque tenía esas cosas le daban mayor claridad,a demás de ese párrafo que no constaba en ninguna de las ediciones.
―¿Qué tiene de particular ese párrafo?
―¿El párrafo es sobre cuestiones ideológicas, lo dominante en esa época en el aspecto religioso. Ahí se habla de las supersticiones y toda esa cosa, era un párrafo pequeño de tres líneas.
―¿Tres líneas? Por lo que dice ese párrafo fue para usted como la Piedra de Rosetta.
― Fue lo que me permitió hacer la verificación, porque comencé hacer una comparación minuciosa, no solamente la edición de Yánez, sino el resto de ediciones, una por una. Iba viendo qué era lo que contenían, porque suponía que a lo mejor alguien sí había encontrado el documento. Pero ninguno cita la fuente, ni Lecuna, que es el máximo compilador. Esa es una cosa que descubrí: nadie cita la fuente. Luego hice la transcripción del documento, en comparación con la primera publicación, la de Yánez, e indiqué las diferencias en notas a pie de página.
―¿Eso lo publicó?
―Eso lo mandé a la Academia Nacional de Historia de Ecuador, que lo publicó el Boletín 169, 170. Pero ocurrió algo especial: dijeron que en el momento de imprimir les cambiaron el sistema de la grabación del documento que yo les di y que debido a eso, se perdieron las notas de pie de página y en la imprenta no las pusieron. El texto salió sin unas 180 notas de pie de página, más o menos, que eran las que indicaban las referencias de la comparación que hice. Eso era lo importante, lo medular, porque daba la idea de todo.
― ¿Pero lo publicaron como lo que era, es decir, como un documento que se presumía que era el original?
― Ya se había hecho la verificación, en cierto sentido. Un grafólogo del Instituto de Criminología de la Universidad Central, a quien le solicitamos que por favor hiciera un examen de la letra. Yo conocía que Pedro Briceño Méndez fue el secretario de Bolívar en Jamaica, así que conseguí dos copias de cartas suyas y una del manuscrito y se las entregué al grafólogo. Él determinó que los tres documentos fueron elaborados por la misma persona. Con base de ese informe se publicó en el Boletín de la Academia de la Historia.
Aunque buena parte de su esfuerzo se perdió con la desaparecidos de las notas a pie de página, Varela al menos podía tener tranquila su conciencia por haber logrado que quedara registro de la versión en castellano de la Carta de Jamaica que había descubierto. Pero eso fue todo. El boletín quedó en los anaqueles y se hizo el silencio en torno al hallazgo.

AFORTUNADO CONTACTO
― ¿Qué pasó que es ahora cuando se está diciendo que la Carta de Jamaica fue descubierta? ¿Qué ocurrió durante tanto tiempo?
― Bueno, se publicó el boletín y no pasó mayor cosa. Una persona hizo también una publicación, un artículo en un diario en Quito en esa misma época sobre la Carta, el hallazgo de la Carta. Y nada más. Pero yo seguía insistiendo, de una u otra forma, que se hiciera una verificación definitiva, que se supiera del hallazgo. Y así fue pasando el tiempo.
― ¿Y cómo lo supimos ahora? ¿Qué pasó ahora?
― Ah, por la importancia del documento, yo insistía y decía: “Hagamos que la verifique alguien de afuera, alguien que tenga relación con la documentación de Bolívar”. Había solamente dos posibilidades, una, que fuera Colombia y la otra aquí de Venezuela. Hasta que la asambleísta de Ecuador María Agusta Calle, se enteró. Un amigo le refirió a ella por teléfono el asunto.
Varela cuenta que la asambleísta Calle, que “es una persona con mucho conocimiento de historia y también sobre Bolívar”, estaba en fuera de Ecuador cuando recibió la llamada. Su respuesta fue inmediata: “No puede ser, tenemos que conversar de inmediato. Tal día estoy en Quito, y en la tarde conversamos”. Y así fue..
Apenas Calle llegó Quito, Varela y su amigo fueron a verla. “Ella no necesitó mayor explicación. Dijo: “Esto tenemos que hacerlo, pero ya. Entonces hizo la gestión de llamar para acá. Ella misma me avisó que iba una comisión de Venezuela para Ecuador hacer la verificación”.
Así fue como los historiadores venezolanos Pedro Calzadilla, Luis Pellicer y Alexander Zambrano se encontraron con Varela en Quito. La escena es muy sencilla: “Les llevé al archivo, solicité el documento, por la numeración que tiene: jj1275, con el título “Contestación de un Americano Meridional a un Caballero de esta Isla”, registrado sin fecha ni autor. Entonces se lo presenté a Pedro Calzadilla. Se le hicieron todos los análisis que correspondían. Y dijeron: Es el documento”.
Al fin tenía Varela frente a sí a alguien que apreciara aquel tesoro, alguien a quien relanmente le interesaba el hallazgo. “Yo les dije: ‘Bueno, sí, sabemos que es el documento. Y comencé a indicarles los detalles que había encontrado, y les indiqué el párrafo que no está en las ediciones en castellano. Busqué los libros en la biblioteca que hay ahí mismo en el archivo. Les hice ver la de Yánez y las otras. Entonces se comprobó de que ese texto, ese párrafo no consta en ninguna de las ediciones en castellano. Es decir, todas se basaron en la de Yánez.
― Pero no fueron al inglés, sino que tomaron la edición de Yánez de una vez.
― Sí, incluso se verificaron ahí ciertos asuntos. Por ejemplo, el General O’ Leary dice que él vio la carta en un periódico de Jamaica, y que él le hizo la traducción del inglés al castellano, pero verificando el texto que publica en sus memorias, es una copia de lo de Yánez, de hecho tampoco tiene hay el párrafo.
― Esta pregunta puede parecer tonta: ¿Qué ha significado para usted encontrar ese documento y que después de tantos años finalmente se certifique su autenticidad?
― Bueno, lógicamente, una alegría para mí, una satisfacción, porque el hecho de haber estado tanto tiempo insistiendo y haber logrado se hiciera una verificación fuera del país por gente que estuviera en contacto con la documentación de Bolívar, resultó algo especial para mí. Se ratificó lo que yo pensé desde el primer momento cuando ya hice las verificaciones del manuscrito. Entonces, es una satisfacción para mí, para mi familia, lógicamente.
― Un logro como historiador.
― Igual, como que uno se realiza, como que se va realizando, y más todavía cuando se trata de un documento tan importante.
― ¿Por qué es tan importante? ¿Qué diría usted hoy?
― Bueno, Bolívar estaba en un momento especial. Cuando sale de Cartagena y va a Jamaica, es un momento difícil, porque se va habiendo renunciado a la jefatura del Ejército Libertador. Eso debe de haber sido una especie de derrota. Pero entonces aflora ese sentimiento de Bolívar, ese que le hace tan grande, tan especial. Aflora eso y realiza una serie de escritos en Jamaica, entre ellos, la Carta.
PODEROSO SENTIMIENTO
La Carta de Jamaica “Es un documento tiene cosas especialísimas, porque muestra no solamente la descripción del pasado, del presente y del futuro, sino que también demuestra la personalidad, el carácter de Bolívar. Hay algo que él mismo manifiesta, que “reside en la médula de mis huesos, en mi carácter, en mi espíritu”, dice él. Y dice que ese espíritu que tiene, aflora y se equipara a los momentos difíciles, de acuerdo con el grado de dificultad de los momentos. Y eso es lo que le hace a él afrontar las cosas”, reflexiona el profesor Varela, doctorado en Ciencias Pedagógica y hoy jubilado, después de 30 años de docencia en liceos y de investigación la Universidad de Quito.
― ¿Usted diría que ese carácter se expresa especialmente en la Carta de Jamaica más que en otros documentos?
― Él siempre va poniendo ciertas cosas suyas, de acuerdo con las circunstancias, con los momentos. Y él tenía una cosa especial: en los momentos difíciles siempre andaba pensando en la victoria. Por ejemplo, nosotros tenemos a un escritor, Juan Montalvo, el mejor escritor que ha habido en Ecuador, que hace una descripción de Bolívar, dice que estaba en Pativilca, en el Perú, cuando estaban enfrentando al poderoso ejército español que reunió ahí más de 15 mil hombres bien armados y equipados, al mando de Canterac. Montalvo dice que estaba Bolívar, abatido, que parecía más que vivo un muerto. Entonces se acerca por ahí uno de los que estaba con él y le dice: “¿Qué piensa hacer Excelencia?” Al moribundo. Y Bolívar le responde: “¡Vencer!”. Eso es lo que se manifestaba en él. Cuando había una derrota o una situación especial, él no estaba pensando en las dificultades, en los problemas, sino en vencer. Y yo pienso que esa época especial, en Jamaica, podría sintetizar en esa actitud de seguir, de preparar siempre el vencer, el triunfo definitivo de los patriotas sobre España.
― La última pregunta. Este año se cumplen 200 años de la Carta de Jamaica, ¿de qué cree que nos sirve hoy este documento?
― Nos sirve para hacernos reflexionar sobre lo importante que es la unidad de América. Han pasado 200 años desde cuando se destruyó el yugo español, pero como que todavía no se van sintetizando los sueños de la felicidad a la que se aspira y de la que se hablaba en esa época. Consigamos, se decía en todas partes, la felicidad y la gloria. Bolívar también hablaba de la gloria y de la felicidad. En Quito, en la Plaza de Santo Domingo, hay una cruz de piedra frente al templo de Santo Domingo, y en la base de esa cruz están una frases en latín que la dirigen los patriotas del 10 de agosto de 1809, después de la Revolución, a su maestro Eugenio Espejo, quien años antes las pronunció: “Pongámonos a salvo del yugo”, “consigamos felicidad y gloria”.