JOSE TOMAS MARTINEZ UN PERIODISTA PÀRA LA HISTORIA DE YARACUY
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Fotos de Wiliam Ojeda para Notiyaradigital.com
William Ojeda Garcia*.-Un hombre que merece tenerlo presente por sus virtudes como ciudadano ejemplar, es José Tomar Martínez, conocido en el San Felipe de su época simplemente como J. T. Martínez, cuyo recuerdo esta envuelto, lastimosamente, en una dolorosa evocación de tragedia.
Realzamos la figura de este aguerrido periodista, hombre culto, equilibrado que pago con su vida la traición por defender los derechos y la justicia de su pueblo. J. T. Martínez no solo fue sanfelipeño a carta cabal, recto en sus procederes, fue una reserva moral del San Felipe de entonces que valoro al ciudadano como verdadero elemento humano capaz , con su esfuerzo y entrega al trabajo, de lograr los cambios y transformación que reclamaba aquella comarca rural atrasada. Fue un paladín para la paz, por ella lucho y por ella murió.
José Tomas Martínez, fue un periodista de una sola pieza: claro, agudo, preciso, inteligente defensor de la verdad. Decía don Pablo Mendoza Reyes que J. T. Martínez fue nervio vital en las luchas frontales en defensa de los intereses de su pueblo. Era irreconciliable con el atropello, el abuso, los vejámenes y contra quienes cercenaban las libertades. En su periódico “El Siglo XX” editorializaban temas de interés público y sin tregua a las injusticias ponía las cosas en su punto. Su pluma era respetada, cargada de tonos sencillos, sinceros y sin ambages abordando en cada edición los problemas y necesidades a considerarse y resolverse. Hablaba claro cuando abordaba cualquier tema de interés social aunque su libertad estuviese amenazada. Fue un periodista valiente que no se arrugaba ante nada, pero la sombra de la traición le asechaba.
Nos dice en sus notas don Pablo Mendoza Reyes que “como presagio de lo que vino a sucederse tiempo después la punta de una daga la penetro su enemigo por la espalda. Cinco proyectiles de su revolver no dieron en el blanco ante los movimientos escurridizos de su adversario y lanzarse sobre él golpeándole entonces la frente con la cacha del arma, el contendiente entre tanto le punzo la espalda con la daga blanca que llevaba escondida en el puño traicionero. Allí cayo un hombre virtuoso, una esperanza del pueblo se marchito para siempre “
Vivía en una sencilla casita en construcción cerca del matadero viejo de San Felipe, final de la hoy Avenida La Patria, vía Cascabel, en el sitio conocido como “Salom” cerca de “Piedra Grande”.Se dice que sus enemigos prepararon con precisión la celada, llegando incluso hasta sobornar al rustico espaldero que debía acompañarlo todas las noches. Desde “El Matadero” hasta su casita, Martínez le avisaba a su espaldero con un disparo al aire con su revolver para que saliera a su encuentro y le acompañara. Era costumbre.
Esa noche del 24 de enero de 1911 Martínez acciono su arma:¡ un disparo ¡.¡otro disparo¡ y nada que venia su espaldero. El periodista decidió irse solo en medio de la noche silenciosa. El espaldero nunca apareció. Se fue caminando por la vereda del martirio a eso de las nueve de la noche confiado, solo le acompañaba su alma y su conciencia, limpias de remordimientos y rencores. Luego de atravesar el lecho seco de la Quebrada Guayabal se acerco a su hogar y al tratar de abrir la reja que estaba amarrada con cabuya fue uno de los obstáculos que le quito tiempo, cuestión que fue premeditada por sus enemigos para emboscarlo y atacarlo. Al darse cuenta de la artera y traicionera celada pudo abrir la reja pero el enemigo se acerco y le asesto la daga por la espalda consumándose el crimen. Moribundo pudo llegar al patio y acciono su revolver valientemente a tientas en medio de la noche oscura y en dirección a la reja misma por cálculos desesperados sin dar en blanco alguno.
“Luz… una luz Teresa” decía el moribundo J. T. Martínez, camino a la muerte, a su amada esposa quien acudió ante el cuerpo sangrante de su compañero desesperada entre angustia y asombro. No conforme con este vil y traicionero ataque desde el fondo del patio el proyectil de un Winchester fue directo, certero, a la humanidad del periodista perforándole el conducto intestinal. En los momentos finales de su existencia, agarrado sobre el hombro de un sobrino suyo que fue a socorrerle y apretujándole la mano a la amada mujer de quien esperaba un segundo hijo producto de su amor, pudo confesarle quienes eran sus verdugos. Entre el largo camino oscuro el muchacho, temeroso, bajo hasta San Felipe a comunicar la dolorosa noticia a la familia Ojeda y hermanas de la victima en la esquina donde hasta hace poco estaba el cine Junín.
Teresa, quien estaba en avanzado estado de gravidez, se quedo íngrima y sola junto al cadáver de su amoroso esposo tan solo con la luz de la lámpara en un profundo silencio con el corazón lacerado por el fatal destino de su compañero. Mendoza Reyes relato que Teresa estaba en actitud comparable a la de la Mater Dolorosa en el Calvario de Jerusalén.
La madrugada de ese día que transcurrió en un profundo silencio, estaba la urna con el despojos de un gran hombre. Sobre los hombros de sus familiares y amigos, compungidos en el dolor y tristeza, el recinto de madera que guardaba los restos bajo el cortejo hasta el pueblo. La pequeña ciudad de largos y angostas calles se conmovió. Era un dolor profundo, una herida clavada en el corazón de su gente. Su pueblo lo lloro hasta donde pudo. En una Necrología hecha por sus amigos, así se expresaron:” que doloroso es ver como desaparecen los que por el ideal sin adquirir recompensa, los que encienden luz inmortal en el camino de la humanidad sin obtener la sinceridad de un aplauso, al golpe rudo de la villanía que jamás da el frente porque es sombra su destino, al alerta alguno, porque es herir a mansalva su consigna. A J. T. Martínez lo asesinaron…hay en esta palabras todo un infinito de emoción enlutecida. Matar a ese hombre, que no hizo mal a nadie, es sacrificar la inocencia personificada; es arrebatar a la familia un ser querido; a la sociedad una de sus cifras intachables y a la Patria, un cerebro que piensa y un corazón que le ama”.
En la oración fúnebre, minutos antes de bajar al sepulcro, se dijo:”…la mano criminal que troncho esta graciosa existencia, no previo el mal que iba a causar. Las aberraciones de un cerebro avezado en la escuela del crimen llegan hasta hacer concebir el siniestro plan ejecutado con saña y alevosía en la tierra de este hermano, que cual otro Abel tiñe la tierra con su sangre inocente, puesto que jamás trillo la senda del mal , ni en sus acciones de hombre del propio esfuerzo se cuenta ninguna que pudiera hacer recaer el diabólico plan que lo ha hecho desaparecer de la vida en la primavera de sus días, dejando una familia sumida en el dolo frustrando las esperanzas de un elemento laborioso y honrado”.
“Martinez se crió cultivado en el campo de las letras, donde deja un hombre que honra su Patria y, para favorecer con un descanso a su cerebro se retiro a la vida tranquila del campo, era la tierra que humedece con el sudor de su frente. En esta lucha por la existencia, traidora bala lo arrebata del regazo de su esposa, lo resta del seno de su familia y de sus amigos, de la noble y culta sociedad yaracuyana “
Así se apago la luz de un hombre virtuoso.
Notiyaradigital/Wiliam Ojeda/Cultura