Min-Educación desarrolla plan piloto para enseñanza de la robótica en escuelas y liceos

19.10.2014 13:02
Notiyaradigital

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El proyecto, que se desarrolla en la Unidad Educativa Bolivariana “Generalísimo Francisco de Miranda”, se extenderá a 10 escuelas de La Vega, informó Leonel Párica, presidente de Fundabit

 

La investigación y el desarrollo científico de las niñas, niños y adolescentes mediante el estudio y la práctica de la robótica en instituciones escolares son elementos que promueve el Ministerio del Poder Popular para la Educación (MPPE).

Esta institución ha ideado un programa para la enseñanza de la robótica en las escuelas y liceos, cuyo plan piloto se desarrolla en una de las 150 sedes escolares inauguradas este año: la Unidad Educativa Bolivariana “Generalísimo Francisco de Miranda”, ubicada en la base aérea homónima, en Caracas.

El objetivo, revela Leonel Párica, director general de Tecnología del Mppe y presidente de la Fundación Bolivariana de Informática y Telemática (Fundabit), es “promover la robótica pacifica como una herramienta de la Venezuela productiva que se requiere”.

“Si queremos avanzar hacia la Venezuela independiente y potencia que nos señala el plan de la patria”, acota, “tenemos que ser innovadores y producir nuestros propios hardware y nuestros propios software, y que los jóvenes colaboren en definir el rumbo de la patria a favor de la colectividad”.

Párica revela que muy pronto este proyecto se extenderá a 10 escuelas de la parroquia La Vega de Caracas, las cuales contarán con los equipos necesarios para esta práctica.

 

CREANDO CEREBROS

El ideólogo y actual coordinador del programa es el profesor Francisco Botifoll, quien en compañía de 12 alumnas y alumnos de cuarto, quinto y sexto año de la Escuela Técnica Robinsoniana Gregorio McGregor, de Coche, diseñaron un Modulo Universal Electrónico (MUE) que, tras ser programado, es capaz de enviar las especificaciones a otros equipos para que realicen distintas operaciones.

“Es un cerebro que puede ser programado”, detalla Botifoll; “es como un niño al que se le enseña a hablar, es este caso, los equipos aprenden con las ordenes que les da la persona que los programa”.

Con la programación específica, agrega el experto, los módulos hechos por los estudiantes funcionan como un cerebro que, instalado en una computadora, tiene la capacidad de manipular, controlar y automatizar todo el sistema eléctrico que hay dentro de un espacio específico, tales como, luces, ventiladores, regulador de temperatura, sensores de movimiento y hasta la apertura de puertas. También, equipos electrónicos como aires acondicionados u otras computadoras.

Para lograr esta variedad de funciones, los controladores se apoyan en el trabajo conjunto de sus componentes, los que se asemejan a la maqueta de una ciudad miniatura.

Algunos de estos componentes son el microcontrolador, los relé, transistores, conectores de salida, plus de audio para la comunicación, un regulador de voltaje, el interruptor de encendido y apagado y los puertos de entradas y salidas. La energía requerida por los módulos la obtienen directamente del computador utilizado para programarlos.

Botifoll, de 47 años de edad, estudio electrónica -mención industrial- en el Instituto Pedagógico de Miranda José Manuel Siso Martínez; asegura que la iniciativa surgió debido a su inquietud de “transmitir conocimiento”.

 

TRANSMITIR CONOCIMIENTO

El controlador está diseñado para operar bajo un ambiente de software libre lo que garantiza su operatividad en las computadoras Canaima entregadas por el Gobierno Nacional. Igualmente, los paquetes utilizados para programarlos son programas empleados en este ambiente.

El programa, explica Botifoll, tiene por lo menos tres aspectos destacables. El primero se relaciona con el hecho de que son los estudiantes de las escuelas técnicas los llamados a construir el cerebro de los controladores. El segundo, que toda la información relacionada con su diseño es, literalmente, transparente, y un mensaje claro sobre esta característica es que la caja que contiene la tarjeta está totalmente hecha con acrílico traslucido.

El tercer aspecto lo constituye la etapa de transmisión de conocimiento. Los estudiantes involucrados en el proyecto tienen la tarea de enseñar el uso del equipo a las niñas y los niños de la escuela Generalísimo Francisco de Miranda y a los instructores que posteriormente asumirán estas funciones en las instituciones escolares.

Para Botifoll, que sean los estudiantes los encargados de construir los equipos le da un valor agregado a su formación. “Les da un alto grado de pertinencia con su especialidad al percatarse que lo que ellos aprendieron tiene un significado. Ahora están más enamorados de su especialidad”, aclara el profesor.

 

LOS RESULTADOS DE LA ESPERA

Fueron ochos años los que debió esperar Botifoll para concretar su idea de construir MUE de forma masiva y con la participación de las y los estudiantes de la Escuela Técnica Robinsoniana Gregorio McGregor.

El fin de la espera llegó en junio de este año. Luego de observar en una feria el trabajo de Botifoll. Fundabit le solicitó una presentación formal del proyecto. La respuesta fue de forma inmediata y en tan solo tres semanas los alumnos de la Escuela Técnica Gregorio McGregor tenían en sus manos los insumos necesarios para comenzar la construcción.

Antes del éxito, una larga cadena de negativas hizo el camino “largo, duro y espinoso”, comenta Botifoll. Una lista de instituciones públicas se negaron inicialmente a apoyar la propuesta por considerarla costosa, a pesar de admitir su potencial.

El acuerdo, que comprende una inversión de un millón de bolívares, comprometía al profesor y a su equipo a construir 100 MUE en menos de un mes. Una tarea relativamente fácil para un grupo acostumbrado a los retos dentro del área que los apasiona.

El próximo paso, explica Botifoll, esta relacionado la transmisión de estos conocimientos a las niñas y niños en edad escolar, una etapa que se inició en la escuela generalísimo Francisco de Miranda ubicada en la base aérea homónima.

 

SOÑANDO

Botifoll aclara que la especialidad de robótica no está dentro de las opciones de las escuelas técnicas. En el caso de la Gregorio McGregor se imparten las menciones de electrónica, mecánica e industrial. Su inclusión, continúa, necesitaría de un proyecto más ambicioso y la modificación del plan de estudios para este tipo de instituciones.

Esta iniciativa, señala el profesor, es un experimento que ha generado otras alternativas, y una de ella es la propuesta de crear la especialidad de mecatrónica: Un área en la que convergen información relativa a la electrónica, la mecánica y electricidad.

Sin embargo, el profesor no deja de soñar y explica que de ser admitida, en el caso de la fabricación de MUE, la formación de las alumnas y alumnos se iniciaría desde el primer año, con el trabajo de soldadura por las y los estudiantes del primer nivel, y las sucesivas anexiones de componentes, durante sus practicas, a cargo de las y los estudiantes de los años siguientes. “Aplicarían los conocimientos adquiridos en la elaboración del módulo controlador”, reitera Botifoll.

Añade que, “si estamos hablando de escuelas técnicas, debemos referirnos a crear capacidades, inculcar saberes que ayuden al muchacho en su experiencia en el mercado laboral”.

 

DESDE LA AZOTEA

Tomás Fernández, estudiante de sexto año en la Escuela Técnica Robinsoniana Gregorio Mc Gregor, y su hermano gemelo, Víctor, viven en el quinto piso de edificio pendiente uno de la urbanización Terrazas del Alba, en el sector Turmerito; es un urbanismo construido por la Gran Misión Vivienda Venezuela en el Distrito Capital.

Asegura que su pasión por la electrónica y la computación se deben a la influencia de un tío, de profesión ingeniero en informática, quien los introdujo en el amplio mundo de la programación. “Mi hermano y yo nos ponemos retos. Siempre intentamos resolver problemas con distintas herramientas de programación para ver quien los resuelve primero”, explicó Fernández.

Recuerda que cuando cursaban primer año en la Escuela Técnica Gregorio Mc Gregor, se interesaron por las asignaturas de electrónica de niveles superiores. Un día llamaron la atención de Botifoll cuando protagonizaban otra de sus acostumbradas denuncias en la que aseguraban que por tener una camisa azul les era negado el acceso a las herramientas y los equipos de las clases más avanzadas de electrónica.

 

“Conocimos al profesor Botifoll y él no invito a asistir como oyentes a sus clases de quinto y sexto año. Nos enseñó a soldar, el nombre de los materiales y componentes y el significado de los comandos de programación. Cuando no entendíamos algo nos quedábamos al finalizar la clase para que el profesor nos explicara y no mandara problemas para resolverlos en la casa”, relata Fernández.

UN LABORATORIO IMPROVISADO

Sentado en la sala de computación anexa al aula de Robótica de la escuela Generalísimo Francisco de Miranda, Fernández no pierde tiempo para afirmar que “todo en esta vida tiene un comienzo”. Para la elaboración de módulo universal, explica, primero se elabora un diagrama que muestre el circuito y cada uno de sus componentes. También se asegura de que se entienda lo que es un papel transfer y su importancia al momento de adherir el mapa del circuito en la baquelita.

El deseo por conocer, además de la experiencia y la confianza que en ellos tenía Botifoll, hizo que los gemelos fueran dos de los protagonistas del proyecto de robótica. Luego se descubriría que, gracias a su participación, se pudo dar continuidad al ensamblaje de los módulos.

Cuando culminó el año escolar y la institución cerró sus puertas al profesor y a sus doce discípulos se les planteó una nueva situación; se percataron que contaban con equipos, herramientas, materiales y con un trabajo a medio construir, pero sin un lugar donde continuarlo. “Nos sacaron del liceo y estábamos entre la espada y la pared por eso no lo pensé para proponer mi casa como una opción”, señala Fernández.

La azotea del edificio Pendiente Uno del urbanismo Terrazas del Alba ya era un laboratorio de electrónica. A falta de un espacio en su casa donde trabajar, los gemelos habían solicitado el permiso de sus vecinas y vecinos para trasladas a ese lugar algunas partes de computadoras con las que experimentaban; esto, a cambio de ayudar con los problemas ocasionales que tenga la comunidad en esa materia.

“Mi hermano y yo somos unos ‘gamer’. Arriba en la terraza teníamos mesas de aproximadamente 4X4 metros llena de computadoras desarmadas y varías extensiones, era una locura”, cuenta el joven.

Lo primero fue limpiar las mesas. Luego, la distribución; por un lado estaban las computadoras para los programadores, en otro, los que soldaban, una cara para los ensambladores, y el cuarto puesto, era el área de control de calidad. La llegada era a las 9:00 am y la salida a las 5:00 pm. Además, a las y los participantes se les encomendaban tares que debían cumplir en sus casa, como abrir los huecos a la baquelita o adherirle con una plancha casera el diagrama hecho en el papel transfer.

Leonel Párica

Gracias a los adelantos hechos en la escuela técnica Gregorio McGregor, lograron culminar su labor en tan solo una semana y media. El trabajo fluyó con normalidad a pesar de la falta de algunos materiales que fueron renovados rápidamente y la avería de un microprocesador.

La culminación de la construcción de los primeros 60 controladores coincidió con una demostración en un congreso sobre calidad educativa realizado en San Antonio de los Altos, estado Miranda, el 5 y 6 de agosto pasado. Esa fue la ocasión para probar masivamente el trabajo de las últimas semanas.

Botifoll cuenta que los controladores que habían sido probados uno por uno en el laboratorio improvisado en la azotea presentaron algunos inconvenientes durante la instalación, justo la noche previa a la inauguración del congreso. Refirió que estuvieron hasta las 3:00 am tratando de solucionar el problema, el cual se debía a la cantidad de energía que cada computadora le proporcionaba a los módulos.

“Tuvimos que realimentar los módulos, mediante puentes hasta logran que funcionarán. Pero lo mejor”, subrayó el profesor, “fue que toda esa experiencia nos la llevamos al laboratorio como aprendizaje”.

TODO EN JUEGO

Para estos jóvenes el trabajo con niñas y niños no es nuevo. En las aulas de clase, Fernández y el resto del grupo ponen en práctica todos los conocimientos adquiridos como recreadoras y recreadores en el Plan Vacacional Tecnológico, una iniciativa del Ministerio de Educación. Una prueba de esto es la forma como enseñan los comandos para programar.

Uno de los jóvenes profesores se colocan en la entrada del salón y las niñas y los niños, a todo grito, le ordenan andar con el comando go (ir). La persona obedece y es detenida por sus bondadosos controladores con el grito stop, antes de que llegue a chocar contra una de las paredes laterales del salón. El juego se reinicia con la frase go to (ir a), lo que significa que el obediente profesor debe regresar a la puerta para esperar una nueva orden.

“Los niños son muy visuales, solo con un día de clases son capases de aprender los nombres de las mayoría de los componentes del módulo. Estoy seguro de que, cuando vean un visualizador o un módulo en las calles, ellos automáticamente lo van a relacionar con lo que se les enseñó en la escuela”, sostuvo Fernández.

En su opinión, la participación de las y los estudiantes en el proyecto de ensamble de los módulos controladores “elevó el nivel del aprendizaje a uno que trasciende de los conocimientos teóricos”. Al respecto, comenta: “Con esta práctica aprendes lo que verdaderamente es un micro controlador y la verdadera función de sus componentes electrónicos. Es un paso posterior al escribir en un cuaderno. Es un nivel que te motiva y permite ir más allá”.

 

“LOS NIÑOS SON UNA ESPONJA”

Con poco más de 20 días de reinaugurada, la nueva sede de la Unidad Educativa Bolivariana Generalísimo Francisco de Miranda se convirtió en la institución piloto para la aplicación del programada ideado por Botifoll y sus muchachos.

Con tan solo dos clases de robótica se observa a las y los estudiantes responder con naturalidad las preguntas planteadas por los jóvenes instructores de la Gregorio McGregor.

Tras una saludo general que incluye el grito en coro de la palabra robótica, las y los aprendices de programadores demuestran que conocen los comandos necesarios para que aparezca, de manera intermitente aparezca la palabra “BEBE” en un visualizador (un tablero con bombillos led), y hacer que esta se repita de forma indefinida. En la próxima clase las niñas y los niños aprenderán cómo hacer que un motor gire a la derecha, o a la izquierda, según los caprichos de los pequeños operadores. “Los niños son una esponja”, resalta Botifoll.

POR LA DEMOCRATIZACIÓN DE LAS TECNOLOGÍAS

El Ministerio del Poder Popular para la Educación promueve la formación integral de las persona mediante la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), en el proceso educativo nacional, sostiene Leonel Párica, director general de Tecnología.

Para lograrlo, añade, Fundabit se ha dado a la tarea de democratizar las tecomunicaciones, con la instalación de 2.800 Centros Tecnológicos en escuelas y liceos de todo el país.

Entre estos espacios, detalla el vocero, se cuentan los Centros Bolivarianos de Informática y Telemática (CBIT), constituidos por aulas tecnológicas dotadas de computadoras, acceso a internet, servidores con sistema operativo y aplicaciones de Software Libre que permiten el desarrollo de actividades formativas con el apoyo de recursos didácticos.

“Los Centros Tecnológicos son atendidos por tutores especialistas”, explica Párica; es decir, “técnicos que brindan apoyo pedagógico a los estudiantes y a los docentes de las instituciones escolares, y que cuentan con recursos Educativos Digitalizados para los Aprendizajes”, que son los componentes pedagógicos-educativos insertados en las computadoras del Proyecto Canaima Educativo.

T/ Romer Viera
F/ Roberto Gil