Por José Roberto Duque Luidig o la redención del ser humano excluido (Opinión)

11.08.2014 00:25
Notiyaradigital

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Para los medios de la burguesía no existen personas sino fichas del espectáculo. Piezas para vender publicidad, morbo y pasquines amarillistas.

 

 

Hace rato se sabe, lo sabemos todos: la misión de la mierda esa inservible llamada “periodismo venezolano” consiste en vender sus espacios y llamar la atención a costa de lo que sea. No importa si lo que usted difunde es una verdad a medias, deformada o francamente inventada: usted lanza a la calle o a la red un producto capaz de hipnotizar a la legión de imbéciles que todavía son capaces de pagar para ser hipnotizados, engañados, estafados, y tiene asegurado el financiamiento de su espacio amarillista, sensacionalista o agitador.

A Luidig Ochoa lo asesinaron a tiros la noche del viernes, y pocos minutos después los medios “informativos” comenzaron a asesinarlo de otra manera: despojándolo de su personalidad, de su condición de gente con sueños, un pasado y un futuro. Desde hace unas horas, este joven, uno de los creadores y animadores más talentosos y refulgentes de Venezuela pasó a ser “el novio de Rosita” por el rebaño de pendejos incapaces de cuestionar nada que difundan los medios.

Luidig es uno de los ejemplos de cómo, por qué y para qué la Revolución venezolana decidió entregarles a los pobres y a los desechados las herramientas para su redención. Este muchacho estuvo preso, y al salir recibió la oportunidad de aprender las técnicas y herramientas para hacer televisión; Ávila TV fue su escuela y su cancha. Allí se dedicó desde 2008 a producir unas animaciones de altísima factura y calidad estética. Tal vez la más emblemática haya sido esta versión del himno nacional.

Los medios “informativos” comenzaron a asesinarlo de otra manera: despojándolo de su personalidad, de su condición de gente con sueños, un pasado y un futuro

Luidig recibió entonces la oportunidad que han recibido cientos de miles de jóvenes de este país para reinventarse a fuerza de poder creador y mucha valentía. Los periodistas de cloaca, que se sienten felices cada vez que muere un venezolano porque con eso creen poder imponer el discurso “Si mi empresario fuera presidente nadie moriría en las calles”, están haciendo la fiesta que no pudieron hacer el día anterior, cuando un estúpido asesinó a su novia, más o menos famosos ambos, pero las cuentas no dieron para culpar por ello al Gobierno.

La celebración de la muerte por parte del enfermo periodismo venezolano no se detendrá. Queda de nuestra parte seguir luchando contra esa morbosa corriente que ignora, o tal vez lo sabe y es convenientemente silenciada, que el derrumbe del capitalismo seguirá siendo amargo y doloroso. Que el signo de estos tiempos es la destrucción de estructuras y personas, porque lamentablemente mientras el capitalismo muere morirán también miles de ciudadanos incrustados en sus dinámicas de alcance planetario.

T/Tomado de Misionverdad.com/Opinión