Trabajo Especial de William Ojeda García: Cecilia Bazán de Segura, ¿Donde estas Maestra Querida…? (Fotos)

22.08.2013 08:51

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Fotos: William Ojeda García

Tantas lunas han pasado y no te he visto. ¿Por dónde andas maestra querida?, ¿donde estas maestra bella? Supe de ti cuando te fuiste en la despedida que nunca vi, navegando junto a otras madres, padres e hijos en las turbulentas aguas de un rio que consumían manos rectoras de nuestra juventud. Tampoco volvimos a ver a los maestros Adolfo Navas Coronado, a Rafael Jiménez, tampoco Evangelista Natera.

Seguramente estas en lo alto de tu gloria a la diestra del padre eterno, maestra; al lado de tus compañeros del magisterio desde donde alumbras rutas en sabias predicas. Y yo te escucho como ayer, con el manto de tu ternura que no se perdió en aquel escenario de La Llovizna donde, acaso, queda una plaquita de rememoración del saldo trágico de aquella IX Convención Nacional de Maestros.

Cecilia Bazan de Segura y tantos otros rectores que se fueron al vacio en el suceso de aquella mañana de domingo 23 de agosto de 1964, y hoy, más allá del rumor del bosque y del sonido del salto de aquellas aguas, se elevan como un obelisco de bondad y sabiduría con el ejemplo permanente de sus cátedras.

De los que provocaron aquel hecho se han dicho muchas cosas. Los que vieron y otros que han intentado ver, la horrorosa pesadilla y la causa verdadera que empañara el silencio e hiciera vomitar el eco bajo la fascinación del majestuoso paisaje, transformándose la alegría de bondadosos ductores de nuestra niñez en una de las paginas mas dolorosas de la historia venezolana. Es una herida que se abrió en carne viva y jamás cicatrizo. Los cuerpos de más de treinta educadores de distintas partes del país fueron rescatados. Menos el de la maestra Cecilia, ausente en su materia, viva en su espíritu. No te lloramos hoy, te recordamos alegres porque eres un monumento de amor y dignidad que comparte tu pueblo

El puente colgante sobre la imponente cascada les hizo una mala jugada, sus cuerdas traicionaron , no soporto la carga de aquella luminosa humanidad y en pocos segundos se fueron al encuentro con las enfurecidas aguas para sembrar por donde viajo uno de los más terribles episodios que cerceno el corazón y alma venezolana. El pueblo aun siente suyo este dolor. Esos educadores son ejemplo por la virtuosa misión que cumplieron señalando horizontes del bien a nuestra juventud en la construcción de una patria buena. Y más nunca vi a la querida maestra Cecilia, el barrio quedo huérfana ante la ausencia de la madre. Se de ella por lo que siento en mi corazón, veo la huella aquella abnegada mujer que como una virgencita morena formo con amor y bondad los semilleros de mi pueblo, del mismo pueblo que la vio nacer, el San Felipe que la ama , no la olvida y aun paga muy caro aquella injusta incomprensión del destino.

Esa sangre yaracuyana derramada en las turbulencias aguas guayanesas (Venezuela), sigue llena de vida vigorosa por el cauce limpio de las venas del Yaracuy. ¿Cuantas esperanzas, cuantos sueños justos, cuantos pensamientos buenos fueron arrastrados injustamente por las impetuosas aguas del Río Caronì?

Bien me lo dijo el apreciado amigo y poeta Julián Martínez, que aun el dolor vive entre la alegría de todos porque aquellos espíritus ávidos de expresión, los cuerpos ajetreados por el duro luchar, los oídos atormentados por el constante bullicio de los muchachos inquietos en las aulas; los ojos cansados por la lectura de mil libros buscaban en la contemplación del paisaje la comprensión merecida por tantos sacrificios. Pero el ondaje límpido de ese río, sé rocò por el cielo nocturno que turbo esos espíritus, troncho esos cuerpos, ensordeció esos oídos y cerro esos ojos y desvaneció así aquellas esperanzas, aquellos sueños, aquellos proyectos sin realizar, aquellos pensamientos generosos y buenos.

Julián expreso su dolor aun cuando han pasado tantos años en que estos fieles maestros emprendieron el elevado camino hacia el cielo sin decir adiós. La esposa angustiada que juro el beso de despedida en la hora de su ida, ni siquiera pudo rescatar de las aguas de ese río caudaloso el cuerpo de su infortunado compañero.

El niño tierno que apenas balbuceaba, para aquella hora sus primeras palabras y desollaba sus primeros pasos, quedo huérfano hace muchos años. La dulce novia que un día soñó con ser fiel guardiana de un hogar amoroso y tranquilo, desde aquel triste momento llora y llora en su lecho desolado por la ausencia física de su prometido.

Al alumno aplicado de la escuela rural, ese día lo vimos llorar por sus desaparecidos maestros, los mismos que estuvieron a su lado orientándolo, calmándolo de caricias y ternura, señalándole la senda luminosa del porvenir. A ese muchacho lo vimos llorar y en su monologo con la presencia imaginaria de aquel paisaje de la Guayana decía”: Adiós, maestro, adiós maestra amada, instructores de mi vida. No importa, yo sé que tu espíritu – allá, en lo infinito- debe estar bañándose, seguramente en un río encantador con aguas más limpias y menos turbulentas Me provoca marcharme pronto de este mundo, maestra bella. Marcharme para ver si localizo ese río donde te encuentras. Acudiré a una cita con el pez y las estrellas. Llegare cantando en voz alta y la frente erguida, para que todos los maestros que marcharon contigo puedan reconocer mi canto. * Cronista-Asesor Cley-Williansyaracuy@Hotmail.com

 Cecilia Bazán de Segura, maestra querida

 

Hijos y demás familiares de la educadora frente a la Catedral de San Felipe

Esta foto fue tomada por el educador Rafael Jiménez (fallecido) minutos antes de ocurrir la tragedia

Al extremo derecho parado y con lentes Adolfo Navas Coronado (fallecido) junto a educadores del grupo escolar Independencia-Yaracuy

Placa en recuerdo a los maestros caídos

Este puente no soporto la humanidad de los educadores

Lo que quedo del puente poco después de la tragedia

Hermoso paisaje se transformo en escenario del martirio

 

William Ojeda García